Útero que sale

Se trata de un problema frecuente, pero ello no quiere decir que sea normal; se debe al debilitamiento de los músculos de la matriz por repetidos y difíciles partos vaginales o por dar a luz a bebés de gran tamaño. El prolapso puede prevenirse, sólo es cuestión de estar bien informada.

Médicamente prolapso significa caída o descenso de una parte o de todo un órgano; en particular, el de tipo uterino se refiere al desplazamiento de la matriz hacia abajo, es decir, desde su posición normal en la cavidad pélvica, al canal vaginal.

De forma más sencilla podemos explicar que el útero es sostenido por los tejidos conectivos de la pelvis y por músculos (como el pubococcígeo), y se mantiene en su posición por medio de ligamentos especiales, mismos que al debilitarse permiten que la matriz caiga dentro del canal vaginal, llegando incluso a salir totalmente en casos extremos.

Quien así lo han vivido relata que tiene la impresión de “estar sentada en una pequeña bola”, sensación con la que se acostumbran a vivir por varios años; incluso, hay quien aprende a “re colocar” el tejido empleando sus manos. Asimismo, la relación sexual resulta dolorosa (dispareunia), por la dificultad que implica la penetración.

Sin embargo, como sucede con otros problemas que aluden el área genital, las mujeres afectadas no acuden a consulta médica por pena a ser revisadas, y cuando asisten es porque no soportan más tan incómoda situación o por la presencia de muy avanzadas infecciones vaginales.

El prolapso uterino ocurre con mayor frecuencia entre 40 y 60 años de edad, especialmente en mujeres blancas y/o que han tenido muchos hijos. No obstante, la causa más común de debilidad muscular en el área pélvica es dar a luz a bebés muy grandes, es decir, de más de cuatro kilos de peso, o cuando el trabajo de parto es difícil y prolongado.

En algunos casos se asocia a la menopausia y a la disminución de los niveles de estrógenos, los cuales brindan firmeza a los tejidos implicados. La obesidad se reconoce como un factor más, ya que el sobrepeso ejerce presión adicional en los músculos de soporte de la pelvis.

Ahora bien, realizar esfuerzo de manera constante, por ejemplo, por tos excesiva o prolongada y/o estreñimiento crónico, debilitan poco a poco músculos y tejidos que soportan al útero. Finalmente, la presencia de un tumor en la matriz puede ser una causa más de prolapso uterino.

Por otra parte, el hecho de que salga el tejido uterino por la vagina es, tarde o temprano, motivo de consulta médica, la cual contempla para determinar su diagnóstico un examen pélvico en el que se pide a la mujer haga esfuerzo. A simple vista el doctor podrá darse cuenta del grado de avance del problema, pudiendo considerar al prolapso leve cuando la protrusión (salida) del tejido uterino es apenas perceptible fuera de la vagina, moderado si va más allá del introito o abertura vaginal, o severo si ha salido todo el útero.

No es raro que quien manifiesta algún grado de prolapso uterino también sufra caída de la vejiga (cistocele) o protrusión del recto (rectocele) a través del ano, además de que los ovarios también pueden estar ubicados en la pelvis más bajo de lo normal.

Una vez valorado el problema, el ginecólogo (especialista médico en la salud de la mujer) cuenta con la posibilidad de implantar un pesario vaginal, es decir, un dispositivo de plástico que se coloca dentro de la vagina y se adapta a las paredes internas de la misma para ayudarle a sostener el útero e, incluso, vejiga y recto.

Cabe señalar que existen diversas formas y tamaños de pesarios, y que la selección del mismo dependerá de la propia anatomía de la mujer. En nuestros días se trata de un recurso poco empleado, ya que tiende a producir irritación y una secreción de mal olor, por lo que la paciente requiere de una limpieza periódica que implica visitas frecuentes al médico. En algunos casos el aparato roza e irrita la mucosa vaginal, al grado de causar ulceraciones, o bien, puede interferir en la relación sexual, pues limita la profundidad de la penetración.

Otro método alternativo para solucionar el prolapso uterino es la llamada colpopexia sacra, la cual cumple con el mismo principio del pesario vaginal, pero en este caso se trata de una malla sintética que sostiene al útero; es aún menos empleado que el anterior.

Sin embargo, la solución más viable es la denominada colpoperineoplastía, cirugía que recupera la tensión normal de los músculos del útero y los que forman el piso pélvico —entre ellos los esfínteres del ano y uretra (conducto por donde se elimina la orina)—.

La intervención consiste en cortar el tejido de vagina demasiado débil, a fin de reforzar las paredes anteriores y posteriores del mismo órgano; al mismo tiempo que se reubican los músculos elevadores del ano (al centro y por detrás de la vagina) y la vejiga, en caso de que esté descendida.

La colpoperineoplastía es recomendada para mujeres que han decidido no tener más hijos, aunque ésta no es impedimento para volver a dar a luz. No es considerada de alto riesgo y sólo requiere una convalecencia de dos días en el hospital, un par de semanas en casa, y no más de dos meses de abstinencia sexual.

Las indicaciones posoperatorias recomiendan lograr y mantener un peso estable si la mujer es obesa, además de evitar esfuerzos de consideración y levantar objetos pesados, pues de no seguir estas indicaciones es posible que el prolapso vaginal se presente nuevamente. En el caso de una paciente posmenopáusica, se indica llevar a cabo terapia de reemplazo de estrógenos, pues ello ayudar a mantener el adecuado tono muscular de la zona.

Se puede prevenir

Debido a que las causas más frecuentes de prolapso uterino se relacionan con el alumbramiento o el número en que éste se repite, se sugiere realizar durante el embarazo los ejercicios de Kegel a fin de fortalecer los músculos del suelo pélvico.

La técnica fue dada a conocer por el estadounidense Dr. Arnold Kegel en 1950, y fue desarrollada originalmente para tonificar los músculos de la pelvis en las mujeres con incontinencia urinaria (falta de control sobre la vejiga que ocasiona la salida involuntaria de orina). El objetivo se logra al contraer y relajar el músculo pubococcígeo (el de mayor importancia en el suelo pélvico, como se indicó con anterioridad) en repetidas ocasiones, a fin de incrementar su fuerza y resistencia.

Recordemos que a través del suelo pélvico pasan los conductos de salida al exterior de tres órganos: uretra, vagina y recto; de ahí la importancia de fortalecer al músculo pubococcígeo. Para localizarlo, intente lo siguiente: al orinar, detenga el “chorro” de orina voluntariamente y luego continué; repita la acción 2 a 3 veces y podrá localizarlo, ya que trabaja cuando se frena el flujo; si de forma adicional contrae el ano, los músculos de esta área también se fortalecerán. Si usted puede hacer este ejercicio sin esfuerzo, es que sus músculos pélvicos son fuertes.

Otra forma de identificación consiste en insertar un dedo limpio en la vagina; al intentar apretarlo notará algún movimiento muscular, lo que quiere decir que lo ha encontrado. Los ginecólogos invitan a que el ejercicio se repita tantas veces como sea posible, empezando por unas 50 contracciones hasta alcanzar las 300 al día; a medida que la musculatura esté más tonificada notará que aprieta con más fuerza.

No está por demás informarle que habrá mejores resultados si se siguen los siguientes consejos: al realizar el ejercicio de retención de orina, apriete los músculos de la región y manténgalos así mientras cuenta 5 segundos, luego relájelos durante 5 más, y repita la serie 10 veces. Intente aumentar progresivamente el tiempo de contracción y relajación, empezando por 5 segundos en cada caso hasta llegar a 20; tenga en cuenta que a más tiempo aguantando la contracción de los músculos, más fuertes se harán.

Una variante más consiste en apretar y relajar los músculos tan rápido como pueda, hasta que se canse o transcurran 2 ó 3 minutos, lo que suceda primero; inicie haciendo 10 repeticiones 4 veces al día, hasta alcanzar las 50 diarias. Una vez que empiece a dominar la técnica podrá ejercitarla sin tener que ir al baño ni habiendo orina de por medio, simplemente basta con encontrar un sitio que brinde la comodidad para llevarla a cabo.

Es posible que cuando empiece a realizar los ejercicios citados parezcan incómodos o raros e, incluso, que habrá cierta dificultad o cansancio casi inmediato, pero pronto verá que podrá realizarlos sin que los demás se den cuenta.

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Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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