Mis Manzanas y Yo

Para una pintora que sueña, y soñando pinta, además de fundirse con los aromas de la cocina y escribir día a día, el tiempo pasa de otro modo. Transcurre, pero no se diluye,  queda atrapado en cada pincelada, en cada libro, platillo o artículo.

Crear es una experiencia fascinante, una manera de dejar nuestra huella en el tiempo. En mi caso estoy consciente, así sea modesta, que es una manera de participar en la edificación del rostro y el rastro de la humanidad. Aquí, donde y cuando me tocó vivir. Es mi reseña, mi testimonio.

Por eso, ansío en estos espacios ofrendar a mi tierra lo que soy y hago. Y también mi interés de compartirles tantos afanes y anhelos.  Son los de una mujer mexicana y artista, instalada en pleno siglo XXI, consciente de la gran responsabilidad personal y social que todos y todas tenemos hacia los demás.

 He puesto mi empeño en crecer integralmente, en dar lo mejor de mí. Y sin buscarlo, tuve la fortuna de encontrar  un símbolo a través del cual identifican mi obra plástica: “La Manzana”.

A la vez, me pregunto  ¿Qué significa toda una vida consagrada a crear? Y respondo: Realidades y sueños,  que se reflejan en el atrevimiento de  la inquieta manzana, su dinámica, y evolución permanente.

Nada permanece inmutable; la ebullición de un creador, de un artista plástico, es volcánica, pues siempre tratamos de buscar y hallar, empezando por nosotros mismos. Búsqueda de nuevos métodos, texturas y técnicas que es infinita. Quizá sea cíclica, porque a fin de cuentas el mundo es redondo y siempre volvemos a los orígenes, describimos un círculo existencial y a veces hasta una elipse o el eterno retorno al  que alude Borges.

En mi caso, pintar una manzana es imponerle a la imaginación ese difícil nombre del recuerdo. La tarea de convocar un caudal de perfumes, texturas y colores que llegan hasta ella desde los múltiples jardines trazados por los mitos de los hombres. Recuperar súbitamente un verde paraíso pletórico de bestias inocentes que bajan a beber un agua mansa. Desde la Biblia, desde Milton, desde la anciana voz de las mujeres de mi pueblo imagino al paraíso como un lugar de rosas que inundan a una pareja  cumpliendo su amor inaugural.

Estoy consciente de la enorme responsabilidad que he adqui­rido a través de mi obra, ya que hace más de tres décadas expongo mi trabajo plástico. He recorrido el mundo en un periplo fascinante, difícil a veces, pero que siempre reproduce un reto mágico. Por eso, celebro este encuentro con ustedes, solidarizándome con sus alegrías.

Bendigo la herencia norteña que me transmitió un recio temperamento  y una  fortaleza que me ha impedido claudicar. Así, siempre es y será justo rendirles homenaje a mis antepasados. De confirmar a todos los seres que han tenido fe en mis aventuras estéticas. Juntos han permitido mi carrera y nada mejor que agradecerles  a quienes me impulsaron y encauzaron esos sueños.

Desde luego, quiero recorrer algunos pasajes de mi vida en compañía de ustedes, que tantos motivos de satisfacción, ayer y hoy, me han brindado.

Me acompañan las bendiciones de mi madre y sus enseñanzas cada día cobran mayor fuerza, al igual que las de mi padre, el arquitecto de mi  convicción por realizarme, además de ser el verdadero autor de mis manzanas, ya que siendo niña las depositaba por las noches en mi buró, pues su compromiso personal y su  profesión de médico, lo absorbía y no quedaba tanto tiempo libre para la  familia. Al despertarme encontraba  con frecuencia esa encarnada señal de su amor fraternal. Las convirtió, sin proponérselo, en mi símbolo.

Entonces, ni siquiera pensaba en la posibilidad de que mis quehaceres alcanzaran reconocimiento; los realizaba por mero gusto y alegrar el corazón de la gente; eran y son deseos aún vigentes. Por supuesto, antepongo  el invaluable e inconmensurable apoyo y sustento de mis hijos, de mis hermanos, de mi compañero. Y vienen igual a mi mente, los maestros que también dieron buen cause a mis inquietudes profesionales. Por cierto no puedo dejar de pensar en las amigas y amigos que han compartido estos senderos estéticos.  

Ahora aparecen en mi memoria viñetas casi de cada una de mis numerosas exposiciones, unas individuales, otras colectivas. En una mirada retrospectiva, recuerdo con  claridad  tanto las realizadas a lo largo y ancho de mi patria, como las del extranjero, bien se trate de Centroamérica, El Caribe o las de Europa y Estados Unidos, por supuesto.

Algunas noches  que despierto recordando a Nueva York, en actos de osadía imagino algunas de mis pinturas captando plenamente a “La Gran Manzana”, como se le llama a esta capital mundial del arte y la cultura.

Y que más decir. Confesarles tal vez que puede aturdirme la dicha, o embotarme la añoranza, pero que mientras tenga alientos trataré por todos los caminos posibles y hasta “imposibles”, de seguir creativa y vital. Convencida de que pasarán los años, y al volver la vista hacia atrás, con un dejo de melancolía y probablemente con los ojos húmedos por el peso de la nostalgia, declararé con certeza: sí volviera a nacer optaría por ser pintora, porque sobre todo creo que el arte detiene el tiempo y a veces  hasta lo multiplica.

 

Acerca Redaccion

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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