El Congreso “La experiencia intelectual de las Mujeres en el siglo XXI” es una muestra extraordinaria de los beneficios de la revolución inacabada, pero profunda, que sacude, desde hace varias décadas, las relaciones sociales entre hombres y mujeres y que cada día abre mayores oportunidades de desenvolvimiento creativo para las mujeres. Con raíces en la revuelta contracultural y juvenil de los años setenta del siglo pasado, la revolución de las mujeres concreta sus mayores beneficios en las contribuciones al arte, la ciencia, la política, la diplomacia, el periodismo y la cultura que son obra del sexo femenino y que enriquecen a la sociedad en su conjunto. La eclosión intelectual y creativa de las mujeres es signo inconfundible de nuestra época y ofrece motivo de una celebración que involucra a las intelectuales, a las creadoras y artistas como a sus cada vez más amplios públicos.
La vitalidad de las mujeres en campos tan diversos como la literatura, la investigación científica, las artes plásticas, el cine, el teatro, la historia, la filosofía, el trabajo editorial o el ensayo de opinión política ya no sorprende a nadie. Nuestra generación ha tenido el privilegio de ser copartícipe y testigo del derrumbe—a veces paulatino, otras estrepitoso—de prejuicios ancestrales que obstaculizaban o impedían el acceso de las mujeres al ámbito intelectual y artístico. Afortunadamente, los cambios en la percepción social de las mujeres intelectuales han sido profundos. El azoro y desconfianza frente a las mujeres intelectuales que la escritora Rosario Castellanos conoció a mediados del siglo XX están desterrados. En aquél entonces las creadoras de cultura eran vistas como aves raras o ejemplares de una zoología fantástica según lo consigna la escritora en el ensayo filosófico Sobre cultura femenina. Sin embargo, a pesar de los avances, y del merecido reconocimiento del que hoy en día disfrutan las participantes en este congreso y otras mujeres dedicadas a la vida intelectual, todavía hay un largo camino por recorrer en tanto que aún existen espacios intelectuales y culturales en donde el pensamiento de las mujeres tiene una influencia reducida o inexistente. Bien decía la diplomática mexicana precursora Amalia de Castillo Ledón: “la jornada es larga y la labor complicada y fatigosa”.
Sin embargo, la labor se vuelve menos ardua con reuniones como este congreso en el que personalidades de la creación intelectual y artística encuentran un espacio para reconocerse mutuamente, celebrar logros y reflexionar sobre las causas de los tropiezos. Con frecuencia se celebran reuniones de mujeres; se forman asociaciones profesionales o pequeños grupos de amigas que comparten experiencias cotidianas para apoyarse en sus tareas y hacer una reflexión conjunta sobre su situación social y personal. Lo extraordinario de este congreso es que la convocatoria gira en torno a la experiencia intelectual de las mujeres, es decir su eje es el pensamiento y la ilumnación creativa, esa magnífica experiencia que ocurre lo mismo en el laboratorio que en el cubículo de investigación; en el taller de la artista, ante la página en blanco o frente al micrófono, cuando se dirige a un elenco teatral, cinematográfico, o a una orquesta sinfónica o se tiene la responsabilidad de una obra arquitectónica o de una empresa editorial.
Además de tener en común la experiencia de ser mujeres sobresalientes en sus respectivos ámbitos intelectuales, las personalidades reunidas en este congreso comparten un poderoso vínculo de unión: el idioma y las culturas española y la hispanoamericana que son sustento de una identidad compartida. La vitalidad de nuestra lengua, con sus deliciosas variantes regionales, se extiende a lo largo y ancho del continente americano y desde luego, campea en la península ibérica. Su presencia se deja sentir en nuestro continente incluso más allá de la frontera norte de México, donde se llevan a cabo importantes empresas culturales y editoriales que fortalecen a la cultura hispanoamericana.
Compartir lengua y herencia cultural es participar de un poderoso legado que fortalece a la comunidad hispanoparlante; sin embargo, tener identidad y valores culturales comunes no significa, de ninguna manera, pasar por alto la diversidad cultural de nuestros países, cuyas culturas y lenguas indígenas potencian la creatividad intelectual de las mujeres y son altamente enriquecedoras para toda la sociedad.
Celebrar la experiencia intelectual de las mujeres en este congreso es una manera de dar visibilidad y valorar sus aportaciones. Uno de los mayores beneficios de esa visiblización es estimular, con el ejemplo, a las más jóvenes y a todas aquellas mujeres que día con día luchan para superar las dificultades propias de su disciplina y para sobreponerse a las inseguridades que, con frecuencia, enfrentan las mujeres para construirse a si mismas como sujetos que puedan explotar al máximo sus potencialidades creativas. Adquirir la fortaleza interior necesaria para la creación artística e intelectual y para tomar la palabra en espacios políticos y culturales que todavía siguen siendo predominantemente masculinos no es tarea fácil. Al celebrar la experiencia intelectual de las mujeres y su capacidad de creación artística, científica y cultural se allana el camino para lograr que sus contribuciones sean visibles y valoradas y enriquezcan todos los ámbitos intelectuales y culturales de la lengua española.