La Esquina del Blues y otras músicas
Por Sandra Redmond
Ante los cambios en la forma de vivir y de relacionarse que el Covid-19 ha impuesto a la humanidad, la música y los artistas han ideado nuevas formas de afrontar este paradigma.
Atrás han quedado los conciertos masivos, las grandes presentaciones y shows que tenían lugar en estadios y teatros y en tanto se armoniza esta situación que inicialmente no se vislumbró su magnitud, es tiempo de hacer modificaciones y adaptarse para sobrevivir.
A las pocas semanas que la pandemia se declaró en otros países, las comunidades artísticas empezaron a idear nuevas formas de llegar al público. Una idea un tanto romántica ha sido la de cantar en los balcones, abrir ventanas y tocar algún instrumento para que el aire lleve la música a la gente.
En México, en el inicio de la epidemia y hacia fines de marzo, los músicos y el público no aceptaban la cancelación de shows, era la etapa de la negación, era inconcebible no asistir a la presentación de un disco o reunirse en algún espacio para disfrutar de la música. La prohibición causaba enojo y frustración. Pero así ocurrió en todo el mundo. Poco a poco se vio el avance de los contagios. Se asumió la fragilidad de la vida ante un enemigo microscópico e invencible y que, para muchos, por cierto, ha cobrado también sus víctimas en muchos artistas.
A principios de abril en México empezaron a surgir iniciativas de clases en línea y conciertos “domésticos”, transmitidos por internet, sobre todo, por aquellos músicos que de manera inmediata cayeron en ansiedad ante la imposibilidad de expresarse, de alimentarse del aplauso y sobre todo, de la incapacidad de pagar las cuentas por falta de trabajo. Así, los músicos también se recluyeron, pero no se conformaron ni se silenciaron. Muchos aprovecharon el tiempo para terminar composiciones, organizarse con sus colegas y concluir arreglos en espera de un retorno que difícilmente llegará a corto o mediano plazo.
Los medios también cedieron la mayor parte de sus espacios a la información del sector salud, pero la música ahí seguía, sonando bajito. Poco a poco, se le vuelve a escuchar, porque incluso los pocos automóviles que circulaban en las ciudades lo hacían silenciosamente. Se perdió el bullicio de los mercados y las plazas. Si acaso, ocasionalmente el rumor de los organilleros, una banda pueblerina o una marimba, que recorre las calles en busca de una dádiva. A veces, el único sonido en las calles era el de la camioneta que pregona “se compran colchones, estufas, lavadoras, refrigeradores…”, y que los músicos ociosos tratan de identificar en qué tono está.
Pero la música aún no recupera su volumen y se desconoce cuándo volverá a sonar fuerte. Quizá nunca vuelva a ser como antes. Presenciar un concierto en vivo será privilegio tal vez, de unos cuantos. No se sabe.
Así que, ante este paradigma, habrá que estar atento a las nuevas formas de expresión y de contacto humano seguras. Estar pendientes de la creatividad de los músicos y artistas que encontrarán maneras para hacer sonar sus composiciones y hacerlas llegar al público a través de conciertos en línea, así como la promoción de lanzamientos musicales, de las alianzas y estrategias para hacer productiva a la industria musical en sentido económico, y también para la creación de fondos de ayuda para los artistas, uno de los sectores más afectados por esta crisis. Sólo entonces, la música recuperará su volumen. Mientras tanto, sigamos escuchándola en la intimidad y seguridad del hogar.