Conducir un carro en medio del intenso tráfico y detenerse en un crucero ante el color rojo del semáforo, es el día a día de la Ciudad De México, donde parece ya imperceptible o parte del paisaje urbano los pequeños niños vestidos de “payasitos” haciendo malabares, quienes buscan repuesta ante las ventanillas cerradas y la indiferencia de los conductores hablando por el celular o mujeres maquillándose, para lograr que al menos les den una moneda, en espera de la luz verde para avanzar.
Vivir en una gran Metrópoli nos da la posibilidad de ver la gran diversidad cultural que en ella florece, pero también pone al descubierto el fenómeno de las Poblaciones Callejeras.
Este lamentable fenómeno que al menos tiene tres décadas, ha tenido un crecimiento exponencial, consecuencia de algunos factores como la falta de oportunidades en el campo que obliga la migración desde las comunidades rurales a las zonas urbanas, donde tampoco encuentran posibilidades de cubrir sus necesidades básicas de subsistencia; el desempleo, la desintegración familiar que obliga a niños y adolescentes a huir de sus casas.
Miles de niñas, niños, personas jóvenes, mujeres, familias, personas adultas mayores, personas con discapacidad y otras con diversos problemas de salud y adicciones, han hecho de la calle su casa como una alternativa de sobrevivencia, teniendo en común la extrema pobreza, los vínculos familiares quebrados o fragilizados, y la inexistencia de vivienda convencional regular.
Utilizando espacios públicos como calles, veredas, plazas, puentes, incluso edificios y coches abandonados como espacio de vivienda y subsistencia, de manera temporal o permanente, o bien si corren con suerte utilizando para pernoctar lugares administrados institucionalmente como albergues, o casas de asistencia, además de diferentes tipos de viviendas hechizas.
En el mejor de los casos ellos trabajan en la vía pública limpiando parabrisas, vendiendo dulces en los semáforos, pidiendo dádivas, como franeleros o “viene, viene”, traga fuegos, pero es indudable que las condiciones precarias de vida los llevan hacia una vulnerabilidad en el consumo de drogas y enervantes.
Las poblaciones callejeras en México enfrentan una severa desigualdad en la esperanza y calidad de vida, pues la precariedad y la falta de a acceso a servicios de salud y educación que les son negados por su condición de calle paralizan sus posibilidades de desarrollo. La falta de documentos de identidad les impide tener acceso a cualquier programa social, pues jurídicamente son invisibles para el gobierno.
Esto es el resultado de políticas públicas mal dirigidas que en lugar de reconocer el problema social, respecto de las poblaciones callejeras giran en torno a la “seguridad pública”, las acciones dirigidas a las poblaciones callejeras no consideran que la presencia de esta gente en la calle se debe sobre todo a la falta de oportunidades de empleo.
La “limpieza social” que están haciendo los gobiernos a través de sus instituciones de seguridad pública busca acabar con personas “no adecuadas” para lo sociedad, es decir quieren acabar con los efectos de la descomposición social que está viviendo nuestro país en vez de resolver las causas que lo generan.
Repetidamente se han instrumentado en las grandes ciudades del país medidas represivas para “limpiar” las calles de estas personas, presentándolos ante autoridades administrativas quienes muchas veces abusan del poder remitiéndolos hasta dos veces en un día a las galeras, o son extorsionados por policías de seguridad pública para dejarlos en libertad.
El gobierno tiene que estar a la altura de las necesidades reales de estos grupos excluidos, debemos construir un andamiaje que nos permita combatir la de inequidad, injusticia, exclusión y el rezago social.
Las organizaciones de la sociedad civil se han convertido en el brazo de ayuda del gobierno buscando junto con los defensores de los derechos humanos dotar de un piso básico de derechos sociales a estos grupos excluidos, para lograr superar sus carencias en educación, salud, servicios básicos y espacios en la vivienda.
Los medios de comunicación y líderes de opinión tienen también la responsabilidad social de apoyar con el fortalecimiento al reconocimiento de las poblaciones callejeras como grupo social, con la finalidad de superar las falsas creencias y estereotipos negativos existentes.
Los Habitantes de la Calle tienen Rostro y Voz, deben ser escuchados a la hora de instrumentar políticas públicas, debemos de saber por su propia voz cuáles son sus necesidades reales para lograr acciones bien dirigidas y eficaces visibilizándolos y de esta manera a reducir las brechas de desigualdad y elevar su dignidad humana.
Por Rosa María Oviedo Flores
Candidata a Doctora en Administración Pública
Presidenta de NV Nivel Humano A.C.
Ex Directora General del Registro Civil del Estado de México
Ex Titular de la Región Centro del Consejo Nacional de Funcionarios del Registro Civil
@rosyoviedo