No se ponga roja

Una palabra comprometedora, la visita al médico, lucir traje de baño, una sorpresa y mil cosas más son detonadores para que nuestro rostro tome un color rojizo que delate la incomodidad por la que atravesamos. ¿Cómo lo explica la Medicina y qué se puede hacer al respecto?

Cuando una persona detecta posible “peligro”, en forma natural activa un mecanismo a manera de reacción que acelera el ritmo del corazón y aumenta la frecuencia respiratoria, al tiempo que las glándulas suprarrenales liberan adrenalina, se secretan jugos en el estómago y se contraen los vasos sanguíneos (vasocompresión) que irrigan la cara, especialmente mejillas y orejas, provocando la aparición del rubor.

La vasocompresión hace que aumente la presión sanguínea y que el vital líquido circule a mayor velocidad, lo que provoca que se eleve la temperatura regional. En otras palabras, el rubor es en sí una respuesta natural de nuestro cuerpo al experimentar tensión, como puede ser sudoración de las manos o deseo de orinar.

En nuestra vida cotidiana existen miedos, preocupaciones o ansiedades que son responsables de la activación del “mecanismo de defensa” señalado anteriormente. Es así que la persona estará más o menos nerviosa de acuerdo a la proximidad que se tenga de lo que se teme, o del evento que denota peligro; entonces, cuanto más intranquilo se esté, mayor será la reacción de alerta del organismo y más intenso será el rubor.

Por otra parte, la persona tímida siente ansiedad o vergüenza cuando se sabe observado, ya que su preocupación es “¿cómo me verán los demás?”, temiendo siempre no conseguir la aprobación de los otros; de manera que sonrojarse representa para el tímido una manera de delatarse o de llamar la atención, lo que en ningún caso desea. Así, este tipo de persona está más atenta a la aparición del rubor que otra y, sin proponérselo, aprende a reaccionar de este modo, de ahí que se considere que los tímidos se ponen rojos con más frecuencia.

Ahora bien, en mayor o menor medida todos nos hemos ruborizado alguna vez, pero la diferencia radica en que hay personas más propensas a manifestarlo, puesto que no todos somos igualmente ansiosos. Asimismo, la sensación de acaloramiento que todos sufrimos cuando sentimos vergüenza no siempre se aprecia con enrojecimiento de la piel, ya que factores como el color o tono de la misma, así como lo delgada o gruesa que sea, influyen para que el fenómeno sea más notorio.

En la medida en que se aprende a enfrentar la causa del nerviosismo será más fácil que éste desaparezca. Hay que llenarse de valor y plantarse en esos lugares y situaciones comprometedoras, tratando de mantener el control y que no sea el rubor el que nos delate como miedosos o nerviosos, tomando en cuenta que recordar la causa que desencadenó esta manifestación en otra oportunidad promoverá que vuelva a suceder lo mismo.

Finalmente, tomemos en cuenta que el fenómeno se prolongará tanto tiempo como prestemos atención a la causa que lo detonó y se interrumpirá cuando nuestra atención se dirija hacia otros asuntos. Así que mantener la calma será siempre nuestro mejor aliado, pero si esto se convierte en un problema que salga de nuestro control requerirá de la ayuda de un especialista (psicólogo o psiquiatra) o simplemente de encauzar la ansiedad en actividades de distracción o la práctica deportiva.

Acerca Redaccion

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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