La “princesa del pop” Britney Spears reunió a unas 50.000 personas en un concierto gratuito al aire libre en el Monumento a la Revolución de Ciudad de México, mientras otras 30.000 siguieron el show a través de pantallas gigantes.
A los miles de asistentes poco o nada les importó que la artista recurriera al playback durante su presentación del disco Femme Fatale y se entregaron a la cantante en el recital de la noche del domingo, organizado por la alcaldía capitalina.
Los primeros admiradores de la estadounidense llegaron cuatro horas antes para tener buen lugar frente al escenario, el mismo utilizado un día antes en el Foro Sol, donde se pagaron entre 30 y 250 dólares por boleto y un espectáculo prácticamente idéntico.
Las coreografías de Spears, diseñadas para videoclips, pierden gracia y brillo en vivo. Pero para los miles de asistentes lo importante fue verla seduciendo con su versión de Marilyn Monroe, bailando en body negro, blanco o plateado, ataviada como una geisha, en motocicleta, en columpio, vestida de ángel, o como una seductora y coqueta “femme fatale”, haciendo honor al título de su último disco.