Fútbol. Espacio de masculinidad conservadora

“El fútbol es un invento masculino, hecho por y para los hombres”, explicó, en entrevista con el CLAM, Samuel Martínez, coordinador del libro Fútbol, espectáculo, cultura y sociedad. Editado por la Universidad Iberoamericana de México, este volumen recoge textos elaborados en el marco del diplomado del mismo nombre que abordan este deporte con la perspectiva de la comunicación, la política, los estudios de género y la antropología.

El deporte ha sido utilizado históricamente para reafirmar la desigualdad de género. Este fenómeno, común a otros deportes además del fútbol, ha sido cuestionado por parte de organizaciones de mujeres y de la diversidad sexual que han buscado apropiarse de este deporte con otros códigos. No obstante, dado el contexto comercial del fútbol masculino, las prácticas disidentes son minimizadas, afirma Martínez.

 Para el investigador, la discusión sobre la preponderancia de lo masculino en el fútbol debe considerar hasta qué punto la poca atención que los organismos federados de fútbol prestan a las mujeres y a las comunidades no heterosexuales se traducen en violencia de género o desigualdad. Reflejo de esto son la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) y el Comité Olímpico Internacional (COI), “organizaciones gerontocráticas controladas por hombres ancianos visionarios para los negocios pero muy conservadores”.

 El catedrático menciona que “la mayor visibilidad que adquieren los campeonatos mundiales masculinos” es una forma clara de conservadurismo y de dominación masculina en el fútbol. La renuencia de los jerarcas del balón a hablar sobre estos temas es una de las muestras más explícitas de su visión conservadora. Sin embargo, señala, en el deporte también se reflejan las transformaciones sociales. “Los cambios de la sociedad llegan a todos los rincones de la vida social, entre ellos el deporte”.

Para Martínez, el reciente surgimiento de equipos de fútbol femeninos y de la diversidad sexual responde a la segmentación de mercados y a la dinámica propia de la sociedad posmoderna, en la que han aparecido numerosas categorías deportivas en torno a la reivindicación de distintas identidades.

En la configuración del fútbol como práctica masculina, Ramírez Gallegos destaca el despliegue de elementos asociados a la “hombría” como la fuerza física, la potencia o la violencia de los deportes de combate, simbolizados a través de la utilización de determinadas partes del cuerpo que intervienen en su práctica. Su ejecución representa desafíos para el cuerpo humano, como la correcta utilización de las piernas en acciones que demandan coordinación. En esta simbolización, señala, el portero ha sido feminizado. Cada gol representa una penetración y emula a la vez la pérdida de la virginidad. La fuerza se simboliza a través de los testículos, por lo que es común escuchar que un jugador es “poco hombre” o “falto de huevos” cuando evidencia debilidad en el juego.

Ramírez Gallegos considera que la violencia de las bandas de simpatizantes responde a normas de masculinidad que resaltan la rudeza y la habilidad para pelear. En esta agresión ritualizada los actos violentos se refieren a una disputa por la identidad, por un imaginario o por un territorio simbólico, que legitiman a los varones para expresar su pasión, sentimientos y emociones. En virtud de lo anterior, el autor concluye que la institución del deporte es un medio disciplinario a través del cual se transmite una cultura masculina. En Sudamérica, el fútbol es una de las principales instituciones públicas. Mediante su práctica no sólo se aprende a jugar, sino también a alcanzar el mundo exterior y a pertenecer al ámbito masculino.

Las mujeres son excluidas del fútbol por su presunta debilidad física y por el riesgo que la actividad corporal supone para su capacidad de procrear, argumenta Martha Santillán. Para esta autora, la persistencia de la inequidad social de las mujeres se refleja en la feminización y masculinización de algunas labores profesionales como el fútbol.

El fútbol es visto como un deporte de contacto de extrema rudeza física, por ello no se considera recomendable que las mujeres lo practiquen. A esta idea, afirma Santillán, se suma la creencia de que las jugadoras de balompié pierden atributos físicos asociados a la belleza y la docilidad.

Al respecto, Ramírez Gallegos considera que la equidad en el ámbito futbolístico y deportivo debe ir más allá de la profesionalización de espacios para el desarrollo de la actividad física femenina. Según el antropólogo, la equidad debe desbordarse hacia otras áreas que permitan el desarrollo intelectual y profesional de las mujeres a fin de conseguir su integración a nivel general.

Hasta el momento, afirma, se han desarrollado deportes socialmente permitidos para las mujeres, pero no existe ninguno ad hoc a la “naturaleza femenina”. La participación femenina en la industria futbolística es baja, lo que dificulta la creación de canales de acceso para su integración y para el cuestionamiento de los prejuicios de género del ámbito del fútbol.

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Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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