Este fenómeno de emprendedurismo femenino es de tal magnitud que ya se ha acuñó un término nuevo a nuestro léxico emprendedor: “mumpreneur”. Este vocablo ha surgido en Francia para definir a las jóvenes madres que están montando sus propios negocios. Engloba a un perfil de emprendedoras donde se sitúan mujeres de entre 25 y 45 años, madres, con educación superior y la mayoría con experiencia previa en puestos intermedios. No se sabe si habrá causa-efecto, pero el caso es que Francia es el país con más nacimientos, 800.000, y con mayor tasa de actividad femenina puesto que el 80% de las madres desarrolla una actividad profesional. Esta nueva tipología de empresarias/madres alcanza la cifra de 7 millones en Estados Unidos.
Desde luego las nuevas tecnologías y las redes sociales están jugando un papel clave en este boom de emprededurismo femenino pero también un cambio de mentalidad. Las “mumpreneur” realzan valores como la dignidad personal, la libertad, individual y económica, o la conciliación. Sin duda principios básicos en la construcción de una sociedad más respetuosa, equilibrada y justa. Sin discriminaciones injustificadas, por una lado, pero también sin abusos de posición, por el otro.
Con respecto a los negocios de familia, el papel de la mujer en el presente y futuro va a ser mucho más relevante. Y no sólo en tareas propias de la gestión de la familia, donde históricamente ha estado más involucrada la mujer, la mayor parte de las veces a través de mecanismos informales, sino también en posiciones tanto ejecutivas como de gobierno. Aquellas empresas familiares en las que priman la igualdad de oportunidades o la meritocracia van a ser más competitivas en este entorno crecientemente sofisticado, complejo y global que nos tocó vivir. Entorno que demanda liderazgos participativos en los que se agregan todas las capacidades que un proyecto demanda para su implantación con éxito.
Estamos en la era del talento, y el talento no distingue en cuestiones de género.