En Palestina, creaciones propias de las grandes marcas

¿Por qué pagar la licencia de una franquicia si se puede crear una versión propia del negocio, adaptarlo a los gustos locales y aprovechar el éxito de la marca sin el coste de los derechos de su uso?

Una pregunta que atenta contra la rigidez de Occidente en materia de marcas y patentes parece ser sin embargo el credo de economías aún por desarrollar, como la palestina, donde las grandes cadenas de hostelería, ropa y restauración de Europa y Estados Unidos cuentan ya versiones propias, unas más “arabizadas” que otras.

El Stars & Bucks Café en las ciudades de Belén y Ramallah, el Holy Rock Café de Jerusalén y el Pizza Hot de Yenin, encabezan una larga lista de ejemplos. Todos ellos han modificado el nombre original aunque mantienen el producto y el símbolo real de la marca, llegando incluso a estamparlo en camisetas, tazas, bolsas de café y otros artículos que comercializan en sus establecimientos.

Otros, como el Zara de Ramallah, el Mango de Hebrón, el Subway de Belén, y el Hotel Ritz de Jerusalén, esconden sin embargo bajo el nombre original una moda, una carta y un “look” profundamente palestino que poco o nada tiene que ver con la imagen global de la cadena.

Sirva como ejemplo aquí también el F.R.I.E.N.D.S. Café, que reúne todos los días al salir de clase a estudiantes de la Universidad de Belén para echar una partida de billar, jugar a las cartas o fumar shisha. Más allá de la humareda y del característico olor que desprenden las pipas de agua por el local que vibra a ritmo de ‘debke’, la música tradicional palestina, la gran diferencia entre este café y el de la famosa serie norteamericana es que aquí las mujeres o el alcohol entran rara vez por la puerta.

El Stars & Bucks es quizás uno de los más emblemáticos de los territorios palestinos. Además de cuidar al extremo cada detalle, se ha convertido casi en una franquicia local con tres establecimientos abiertos en Belén, Ramallah y Nablus, y un cuarto esperando a ser inaugurado dentro dos meses.

Su completa carta de cafés, batidos y helados de tamaño americano mezcla con exquisitez las cremas, los siropes y las frutas, y añade cuando se presta un especial toque árabe: una base de pistachos, nueces y almendras. Sus dueños, que han calcado la imagen de la gran cadena americana -salvo por la figura de la mujer que han sustituido por cuatro tazas de café-, han explotado la marca al máximo imprimiéndola en vasos, tazas, porta-vasos de cartón, camisetas, cafeteras y paquetes de café.

“No queríamos utilizar el mismo nombre que la cadena americana. En primer lugar porque si tenemos un problema diplomático con Estados Unidos la gente nos destrozará la tienda a pedradas. ¿Te das cuenta de la mentalidad de la gente aquí?”, cuenta Khader, dueño del “Stars & Bucks” de Belén. “Además, queremos ofrecer mejores productos a un precio más barato y utilizar ingredientes puramente palestinos”, dice mientras Ahmed, un cliente que ha visitado Estados Unidos, añade que “estos batidos son mejores que los originales”.

Como él, la mayoría de los empresarios que han querido abrir negocios inspirándose en marcas americanas se han tenido que pensar el nombre dos veces ante el riesgo de que la marca caiga en la lista de “BDS” (boicot, sanciones y desinversión) por estar de alguna manera implicada en la ocupación israelí de los territorios palestinos.

El gran maestro en adaptar el nombre del local al contexto palestino ha sido sin duda el Holy Rock Café de Jerusalén, que ha cambiado el “rock duro” (hard rock) por el “rock santo” (holy rock), y no le falta razón: su café está situado en plena Vía Dolorosa, por donde se asume que caminó Jesús con la cruz a cuestas hacia el calvario antes de ser crucificado.

Lugar emblemático para los peregrinos que visitan Tierra Santa, el Holy Rock se encuentra entre las paradas VI y VII del Vía Crucis, y es lugar de paso obligatorio para franciscanos, sacerdotes de todos los ritos, hermanas y fieles de todo el mundo que a diario suben esta estrecha calle de piedra entre rezos y cantos religiosos.

A la atmósfera particular que rodea al café se añade el gusto particular de su dueño, Khaled. Quizás contagiado por el ritmo repetitivo y redundante del lugar, a este palestino de 53 años no ha habido mujer que le enamore más que la voz del mítico Julio Iglesias, dice. “Me hace sentir enamorado de verdad”, afirma llevándose las manos al pecho mientras de fondo suena “Por el amor de una mujer”.

Por supuesto, la mercadotecnia también ha llevado a Khaled a imprimir camisetas del Holy Rock Café Jerusalem con letras en hebreo y en árabe, pero sin faltar un ápice al amarillo logotipo original.

En el sector hotelero, el Ritz Hotel de Jerusalén Este evita uno por uno todos los estándares de lujo de la cadena oficial. Lavandería, cafetería, Internet y dos ordenadores de uso comunitario suman toda la lista de servicios junto a la “terraza de maravillosas vistas” que el encargado elogia sin querer reparar en un detalle: lo que se ve a lo lejos son colonias israelíes.

El precio por noche en el Ritz de Jerusalén Este para dos personas es de 160 dólares, mientras en Madrid varía de 535 de una habitación clásica a los 4.720 de una suite. “Suites no tenemos. El Ritz de Palestina es un concepto más familiar”, afirma amabilísima la recepcionista aclarando que “tampoco hay piscina, jacuzzi ni todos los servicios de ocio y relajación del Ritz de verdad”.

Los ejemplos suman y siguen. El Zara de Ramallah es una tienda de zapatos, el Mango de Hebrón vende vestidos que cubren a la mujer de pies a cabeza y el McDrive de Belén no es más que un agujero en la torre de control del ejército israelí en medio del muro que confina los territorios palestinos.

“Al otro lado (del muro) no podríamos utilizar estos nombres porque están registrados, pero aquí… ¡Aquí no hay ley para nada! De alguna manera tenemos que utilizarlo en nuestro favor “, dice Rami detrás de la barra del F.R.I.E.N.D.S. Café.

 

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Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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